Ángel Hernández Sobrino escribe el siguiente recordatorio:
"En el año 2002, el cierre de la
mina de Almadén provocó mi prejubilación y la de muchos de mis compañeros de
trabajo. Por entonces, el presidente del Consejo de
Administración de Minas de Almadén era José Ramón Esteruelas, quien me ofreció ocupar el puesto de gerente
de la Fundación Almadén. Aunque yo venía trabajando de geólogo en la empresa
minera desde 1973, en los últimos años me había interesado por el estudio de la
historia de las minas y había publicado un libro sobre ellas en 1995. El caso
es que entre los años 2002 y 2012, en el que hube de jubilarme
obligatoriamente, asumí el reto de conservar y difundir el patrimonio minero de
Almadén, que eran los objetivos primordiales de la Fundación.
Lo primero que tenía que hacer
era completar mis conocimientos sobre la
historia de Almadén, así
es que me puse a la tarea consultando la abundante información existente en
archivos y bibliotecas, sobre todo el Archivo Histórico Nacional, el de Minas de Almadén y la Biblioteca Nacional. El archivo minero
venía funcionando desde el año 1999, cuando Fernando Montero, presidente del
Consejo, creó la Fundación Almadén, pues por entonces ya se preveía la clausura
del establecimiento minero en poco tiempo. Al frente del archivo estaba
Cristina Villar, a quien le estoy muy agradecido por su ayuda.
Además de esta información
bibliográfica, pues los conocimientos técnicos ya los tenía por mi profesión,
necesitaba muchos más datos sobre Almadén y sus mineros para completar ciertos
aspectos que no aparecían en ningún libro ni legajo. Pregunté por alguien que
me pudiera ayudar y por fortuna encontré a Tomás Avilero, Adolfo Mosqueda,
Antonio García-Donas y Segundo Cavanillas, quienes con el paso de los años
pasaron de ser mis informantes a amigos entrañables siempre dispuestos a
compartir conmigo sus conocimientos y experiencias.
Tomás Avilero me recibió muchas
veces en su casa, donde tenía reproducidos algunos objetos de la mina y del
campo. Mientras su esposa hacía las labores domésticas, él y yo nos reuníamos
en alguna estancia o en el patio para que me aclarara una larga lista de
cuestiones que le iba planteando. Con su buena memoria me contestaba sin dudar
a quién o a qué correspondía la imagen que le mostraba o cómo había sucedido
tal o cual hecho. Su contribución desinteresada resultó muy útil en la
elaboración de dos de los libros publicados por la Fundación en aquellos años: “La memoria del trabajo: los mineros de
Almadén” (año 2006) y “Los mineros
del azogue” (año 2007). Después seguí consultándole cuando me surgía alguna
duda y Tomás siempre estuvo dispuesto a
resolverlas, hasta que se fue a pasar los últimos años de su vida a Mallorca
con uno de sus hijos.
Adolfo Mosqueda era un hombre muy
comunicativo y estaba deseando que cualquiera acudiera a él para solventar sus
dudas, así que cuando nos conocimos, se brindó a ayudarme en todo lo necesario.
Aún recuerdo su explicación sobre lo que es Almadén, que yo cito a menudo por
su claridad y contundencia: “Almadén no
es lo que está arriba, lo que se ve en superficie, sus calles, plazas y
jardines; es lo que hay abajo, lo que está en la mina, sus pozos y galerías
subterráneas”. Además, nos regaló algunos objetos para los museos y más
recientemente diversas maquetas para el Parque Minero, que en la actualidad se
muestran a todos sus visitantes. Me contó que se volvió muy devoto después de
un grave accidente que tuvo en la mina y una vez que estuve en su casa me
mostró un relato del mismo que tenía cuidadosamente enmarcado y que se
titulaba: “La fe de un minero a su
Virgen”.
Antonio García- Donas era un hombretón bueno de quien
admiré sus conocimientos de la mina y del campo. Comenzó a trabajar en la mina en 1958, pero
como el sueldo era corto, emigró a Barcelona en 1963. Reingresado en 1965,
ejerció de perforista hasta 1973, año en el que fue ascendido a vigilante. Un
derrumbe de la labor subterránea en la que se encontraba, le dejó secuelas en
su pierna izquierda a pesar de haber sufrido varias operaciones. Se retiró en
1984 a los cincuenta años. De los trabajos y penurias de la mina me contó
muchas cosas, pero también estimé mucho sus conocimientos de caza, como cuando
el Consejo le encargó en 1972 la eliminación de las alimañas de la dehesa de
Castilseras, ya que se iba a convertir en un
coto de caza privativo de los mineros y reglamentado por el ICONA. El
resultado de su trabajo fue espectacular, pues además de algunos tejones y
ginetas, consiguió eliminar a 458 zorros.
Segundo Cavanillas fue otro de
los mineros que sabía el peligro que se
corría en las labores subterráneas de Almadén. No solo eran los accidentes,
inevitables en ocasiones, sino el vapor de mercurio que absorbían los mineros con cada inspiración, de
modo que al salir del tajo, nada de siesta ni taberna, aire puro del campo y
sudar, cuanto más, mejor. Segundo conocía Castilseras al dedillo: sus caminos,
sus fuentes y hasta las suertes que el Consejo distribuía entre los mineros,
así que siempre que le preguntaba por tal o cual término, molino, arroyo o lo
que fuera, Segundo lo sabía. Pero además era un hombre bueno, que siempre me saludaba con mucho afecto
cuando nos encontrábamos en ocasiones, cada vez menos frecuentes. Hace unos
días, nuestro común amigo Joaquín, el fotógrafo, me comunicó el fallecimiento del
último de mis cuatro viejos amigos.
Los conocimientos de los cuatro sobre la mina
y la naturaleza que rodea a Almadén no se perderán, pues están ahí, en los
libros de la Fundación y en los museos del Parque Minero y del Real Hospital de
Mineros. Gracias a su generosidad, la memoria oral se ha convertido en escrita,
así que permanecerá para las generaciones futuras. Cuando solicité su ayuda,
resolvieron mis dudas, pero lo que más les agradezco es que me otorgaran su
amistad".
Ángel Hernández Sobrino
2 comentarios:
Gran homenaje a todos los mineros que han bajado a la mina jugándose la vida por llevar un jornal. Gracias de corazón por las palabras dedicadas a mi abuelo Segundo, que nos dejó hace unos días y que ha sido un gran hombre y un gran ejemplo a seguir. Un abrazo
Muy agradecida a Don Angel Hernandez por sus palabras de cariño hacia mi padre Tomas Avilero
Publicar un comentario